El plan eterno de la creación
El plan eterno de la creación rige tanto para seres grandes como pequeños. El universo físico está organizado como vida dentro de vida, en dirección descendente y ascendente al infinito. Todo encaja como el engranaje de un reloj. Todos los individuos tienen, al igual que Dios, un yo eterno e inmortal. Dado que somos inmortales, podemos sacar provecho de todas las experiencias vida tras vida. Todas las vivencias muestran en su resultado final que son para beneficio y alegría de todo y todos. El plan creador divino se realiza de una manera totalmente amorosa, lógica y metódica.
La ley básica de la vida eterna
Para crear experiencias se necesitan contrastes. Los mayores contrastes de la vida por lo que respecta a la conciencia son el bienestar y el malestar o el mal y el bien. Para experimentar el uno también hay que experimentar el otro. Visto desde la perspectiva de la eternidad, el sufrimiento y el dolor son un bien desagradable. Como se ha dicho, sobrevivimos a todos los contrastes mentales y, a largo plazo, sacamos provecho de ellos. En el mundo físico, el contraste es creado por la oscuridad y el malestar. En el mundo espiritual experimentamos el contraste luz y amor universal.
El siguiente símbolo expresa todo el ciclo cósmico. El símbolo cósmico (n.º 11) tiene el nombre:
La imagen eterna del universo, el ser vivo II, la Divinidad eterna y los hijos de Dios eternos.
La escena de la vida
Esta experiencia eterna tiene lugar a través de 6 principios de existencia, el reino vegetal (el color rojo en el símbolo), el reino animal (color naranja), el verdadero reino humano (color amarillo), el reino de la sabiduría (color verde), el mundo divino (color azul) y el reino de la bienaventuranza (color añil claro). Aquí tiene lugar la eterna interacción de la vida entre Dios (estrella blanca y zona de rayos) y el hijo de Dios (los círculos más externos).
El reino vegetal
Lo que nos hace descender de las zonas de luz del amor universal al mundo físico es nuestra saciedad de luz y el deseo de contraste. En el reino vegetal, comienza la adaptación a la vida en la esfera del principio mortífero. La conciencia atraviesa aquí su fase más primitiva solo con la facultad de percibir vagamente la diferencia entre el bienestar y el malestar.
El reino animal
La influencia de la naturaleza sobre el ser planta a lo largo de miles y miles de años estimula la creación de órganos para la experiencia diurna consciente en la zona física. Con ello, la planta se ha convertido en animal (color naranja). La adaptación al principio mortífero se puede observar claramente en la evolución de planta a organismo animal con instrumentos de ataque y defensa. El animal debe vencer al enemigo o huir de él. Su organismo constituye alimento y, por consiguiente, debe protegerse por todos los medios. El instinto de conservación es estimulado.
La transición de animal a hombre
El hombre terreno sigue siendo en parte un animal y, por consiguiente, todavía vive en muy alto grado bajo las condiciones de vida del animal, poder es derecho. Pese a que las religiones mundiales humanas durante miles de años han impulsado a los hombres a alejarse del uso del principio mortífero, el desarrollo de las facultades humanas es de fecha mucho más reciente.
Se necesita tiempo para evolucionar del egoísmo y el instinto de supervivencia a lo contrario, a la mentalidad amorosa y que perdona. Pero el proceso tiene lugar automáticamente por el hecho de que «cosechamos lo que sembramos». La moral de asesinato lleva consigo nuestro propio sufrimiento, lo cual crea un anhelo del contraste, de lo humano. Con el tiempo, surge la receptividad para el ideal del amor universal y las explicaciones intelectuales
El reino humano
El objetivo de la imagen eterna del universo de El Tercer Testamento es guiar a la humanidad a través de los últimos estadios de la transición de animal a hombre. Estamos a punto de nacer en un nuevo reino. El intelecto, que se desarrolló en la lucha por la existencia, hace comprensible ahora la comprensión de concepciones cada vez más avanzadas de nosotros mismos y del universo. Con la armonía entre el corazón y la inteligencia se abre poco a poco el infinito horizonte cósmico de la conciencia. Entonces nos hemos convertido en «hombres acabados a imagen de Dios» y habitantes del verdadero reino humano (color amarillo), donde el amor universal es praxis.
Los reinos espirituales
Desde aquí, el viaje continúa por las siguientes zonas eternas del amor (color verde, azul y añil claro), donde el ciclo eterno culmina en los contrastes luz y felicidad.
Un plan universal global
Las miríadas de seres vivos del universo del micro, meso y macrocosmos tienen, todas ellas, el mismo análisis básico, simple y eterno. La diversidad externa solo refleja variaciones de los 6 principios de existencia
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