El espíritu de Dios sobre las aguas
– Símbolo 1
El universo vive y piensa
El universo es un organismo eternamente vivo, y que lo abarca todo, al que, por medio de las religiones, conocemos con el concepto «Dios». Este organismo está animado, al igual que nuestro propio organismo, por conciencia.
El espíritu de Dios impregna el universo con su omnisciencia y omnipotencia. En la Biblia, el espíritu se simboliza con el viento y la materia con el agua. Tras todos los procesos de la naturaleza en los que tiene lugar movimiento o creación hay, de esta manera, una conciencia invisible que lo dirige todo.
La cruz en llamas simboliza la manifestación y creación eterna y perfecta de Dios. El mar de rayos simboliza los impulsos cósmicos universales de carácter más o menos oscuro o luminoso. La religión, la política, la ciencia, la arquitectura y otras manifestaciones de cultura tienen su origen en ellos. Los impulsos universales sustentan las zonas de existencia de todos los seres vivos en distintos estadios evolutivos.
Los círculos simbolizan un segmento de los grandes o pequeños soles y planetas del universo y la vida de la conciencia de sus habitantes, tanto en los mundos microcósmicos como macrocósmicos (ver el símbolo 7).
El doble círculo muestra la Tierra y su humanidad. Según El Tercer Testamento, en el universo todo está vivo. En nuestra interacción con la Tierra estamos en contacto con tres grandes impulsos de pensamiento.
El inferior va camino de desaparecer de la esfera de interés de la Tierra y está representado por los pensamientos y manifestaciones culturales de los hombres primitivos.
La esfera de pensamiento que domina en el impulso del medio se denomina el viejo impulso mundial. A ella pertenecen las religiones mundiales humanas, por ejemplo, el budismo, cristianismo e islam. Estas religiones han inspirado a los hombres en el estadio religioso de la fe. La zona más clara, en la parte superior del círculo, simboliza los impulsos de pensamiento que se denominan el nuevo impulso mundial. Los signos de este impulso son los centros docentes, la investigación y, así mismo, el materialismo, o sea, lo que, generalmente, percibimos como irreligiosidad. Este impulso sustenta un periodo evolutivo con una aceleración tanto del pensamiento como del humanitarismo. La ciencia, el arte, la arquitectura y la música moderna forman parte de este impulso, pero también estados con experiencias menos agradables como matrimonios desdichados, enfermedades mentales, anomalías sexuales, revoluciones políticas, etc.
La investigación materialista formará una unidad con las grandes verdades eternas de la mística religiosa mundial, que todavía siguen estando sin revelar.
En el nuevo impulso mundial, el gran mandamiento: «Amaos mutuamente» también se confirma como ciencia, y «el hijo pródigo» se unirá de nuevo con su Padre eterno y será uno con él.
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