La Divinidad eterna y el talento de percepción de los seres
– Símbolo 30
La condición para «ver a Dios»
La facultad de percepción de los seres vivos constituye conjuntamente la facultad de percepción de Dios. El encuentro con el prójimo, es decir, todo aquello con lo que entramos en contacto, se convierte, así, en un encuentro con Dios. Por medio de esta interacción surgen las diferentes zonas de existencia.
La energía madre regula la fuerza cambiante de actuación de las seis energías básicas. La figura blanca simboliza el yo de Dios, que está compuesto de los yos de todos los hijos de Dios eternos conjuntamente. Las figuras de color violeta simbolizan X2 o facultad eterna de crear de los hijos de Dios que, conjuntamente, constituye la X2 de Dios. De estas figuras salen las partes de color que simbolizan la conciencia y organismos, X3, de los hijos de Dios eternos y, conjuntamente, constituyen la X3 de Dios.
El aspecto creado del universo es, así pues, el organismo físico visible de Dios. Todo lo que percibimos es Dios, y Dios percibe por medio de nosotros.
La figura, a la izquierda, en forma de escalera simboliza la escalera de evolución. Cada peldaño muestra un reino de existencia. Los pequeños triángulos simbolizan el yo de los hijos de Dios en estos reinos.
Los rayos que surgen de ellos muestran qué energía es la dominante en los respectivos reinos. Estas energías determinan las posibilidades de creación y experimentación que el hijo de Dios tiene en relación con el universo circundante.
La mezcla de energías que da lugar a su facultad de percepción decide cómo es la interacción entre Dios y el hijo de Dios, o sea, su entorno. La capacidad de percepción más predominante del hijo eterno de Dios se muestra a través de la zona en la que los rayos de diversos colores reaccionan con respecto a los estadios evolutivos de la izquierda.
El ser de instinto (color rojo) sólo puede percibir vagamente placer y malestar, pero no puede analizarlos.
El ser animal (color naranja) puede experimentar y actuar en virtud de la energía del peso, sentimiento primitivo e incipiente inteligencia.
El hombre acabado (color amarillo), tiene un sentimiento que está, en muy alto grado, conectado con la energía de la inteligencia, lo cual hace que la energía del peso y del sentimiento sólo se usen con una lógica absoluta, es decir, con pleno amor. Este estado de conciencia da acceso a la facultad de la intuición y a la clarividencia cósmica.
El ser de sabiduría (color verde) se caracteriza por su inteligencia culminante.
El ser de intuición del mundo divino (color azul) tiene acceso a la más alta energía de conciencia, la intuición, que culmina aquí. En realidad, estos dos reinos, los más elevados, constituyen un reino con dos secciones. Aquí todos son perfectos. Vemos que la intuición ilumina con sus rayos todo el ciclo de la espiral. Constituye la energía de percepción más alta y penetrante de la vida.
Tras esta experiencia culminante de amor y sabiduría, llegamos al reino de la bienaventuranza (color añil). Aquí, el hijo eterno de Dios vive en su propio mundo interior. La facultad culminante de recordar da acceso a todas las experiencias hechas a lo largo de todo el ciclo de la espiral. Estas copias de recuerdos han adquirido con el tiempo el brillo del oro. El viejo dicho de que el tiempo cura todas las heridas es confirmado.
El hijo eterno de Dios puede ahora, según su deseo, avanzar y retroceder en su mundo interior que abarca los seis reinos del ciclo de la espiral. Pero no como una experiencia en el mundo exterior, sino como una experiencia interior de recuerdos del mundo exterior experimentado en tiempos lejanos.
El ser de bienaventuranza también tiene una fuerte intuición que, ahora, actúa hacia dentro. Aquí todo se experimenta, por consiguiente, desde la alta perspectiva propia de Dios, es decir, como perfecto. El hijo de Dios ve y comprende el sentido de todos los detalles experimentados anteriormente, independientemente de que una vez se experimentasen como oscuros o desagradables. Todos experimentan, al igual que Dios, que «Todo es muy bueno». Los seis reinos se describen ampliamente en el símbolo 13.
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