El plan eterno del universo
– Símbolo 13
El método y la técnica de creación eterna de Dios
Aquí se nos da una explicación más profunda y detallada del símbolo 11. Vemos de nuevo el ciclo eterno. Además vemos la premisa básica de la experimentación de la vida, la variación eternamente cambiante entre luz y oscuridad. Vemos dónde en el ciclo los distintos contrastes respectivamente culminan o están latentes (el aro más externo alrededor de los diferentes reinos, señalado cada uno con su color y mezcla de energías).
El universo eterno, con todos sus contrastes, es el método de creación eterna de Dios. Garantiza la experimentación eterna de la vida, tanto de Dios como de los hijos de Dios eternos. El triángulo blanco en el medio también simboliza aquí el «el algo» eterno «que es», y que no tiene nombre, X1.
La parte violeta en el medio simboliza la facultad eterna de crear de Dios, X2.
La cruz de rayos en esta parte indica la perfección total del plan universal divino.
Las seis figuras oscuras muestran las distintas mezclas de energía en las seis zonas de existencia que se repiten a lo largo del ciclo de espiral.
Cada energía sigue un ciclo. Cada ciclo tiene dos fases de crecimiento y dos de degeneración, es decir, dos fases hacia la culminación y dos hacia el estadio latente. La intensidad diferente de las energías básicas y la proporción en la mezcla se muestra con diferentes tamaños en cada una de las figuras negras. Toda la figura simboliza un cuerpo total de la zona de existencia.
Si observamos el reino animal con la energía del peso de color naranja en su culminación, el cuerpo total de este reino consta también de inteligencia (verde) en el primer estadio creciente, de sentimiento (amarillo) en el segundo estadio creciente, instinto (rojo) en el primer estadio decreciente, recuerdo (añil claro) en el segundo estadio decreciente, mientras el cuerpo de la intuición (azul) está latente. Las líneas punteadas muestran cómo estas energías básicas cambian de reino a reino. La relación cambiante entre las energías básicas es la causa de las distintas facultades de experimentación y creación en los distintos reinos de existencia. Cada reino de existencia ha recibido su nombre de la energía que culmina.
El color rojo simboliza el reino vegetal, donde culmina la energía del instinto. La facultad del instinto dirige automáticamente las funciones de vida externas de la planta. Que el instinto funcione tan genialmente se debe a que la planta ha tenido conciencia cósmica en ciclos de espiral anteriores que, poco a poco, se ha convertido en funciones automáticas no conscientes. El ser de instinto vive en una euforia espiritual interior. Una flor es, de esta manera, un signo exterior de este estado interior de bienaventuranza. Por medio de la influencia de la naturaleza, se despierta la conciencia de la planta en el mundo material exterior. Cuando experimenta de manera real en el mundo físico exterior, se ha transformado en un animal y ha adquirido conciencia diurna en un reino nuevo.
El color naranja simboliza el reino animal. El sentimiento de individualidad comienza, lentamente, a reforzarse. El organismo se experimenta aquí, cada vez más, como diferente del resto del mundo. Tiene lugar un aumento considerable del libre albedrío, en relación con la vida de la planta atada a una raíz. Los organismos aparecen aquí como específicamente de sexo masculino y femenino. Esto va acompañado por la lucha por el apareamiento, la lucha para proteger a la descendencia, la lucha por el alimento. El reino animal es la zona de culminación de la oscuridad y, con ello, del sufrimiento.
El sufrimiento desarrolla el sentimiento (el color amarillo) que constituye la siguiente zona de existencia. El sufrimiento hace que la facultad humana crezca. Cosechar siempre lo que sembramos hace que, con el tiempo, nos convirtamos en hombres verdaderos.
Con el desarrollo de las disposiciones humanas e intelectuales hemos sido conducidos al siguiente reino, el verdadero reino humano. Aquí la energía de la intuición ha despertado. Es esta energía la que nos da conciencia cósmica. Nos hace uno con la conciencia de Dios. El color amarillo simboliza el reino humano, donde la energía del sentimiento (color amarillo) culmina. Las experiencias de sufrimiento y el proceso de intelectualización, que tuvieron lugar en el camino evolutivo a través del reino animal, nos han conducido aquí. Aquí todos viven en contacto con el amor universal. Este reino es el objetivo futuro de la humanidad terrena. Fue la realización de este reino aquí, en la Tierra, lo que Cristo prometió que debía venir. Este reino humano completamente terminado es el reino hacia el que ahora se apresura la humanidad. En este reino, la humanidad se ha unido y convertido en un pueblo y un reino. El tiempo del rechinar de dientes ha terminado definitivamente. Aquí el hombre y la mujer ya no se casan. Aquí ya no se nace de mujer. El hombre perfecto no es ni hombre ni mujer. Ya no se reproduce a la manera de los animales. Aquí comienza a hacerse valer un nuevo método con respecto a la encarnación en materia física, a saber, la materialización y desmaterialización. Aquí está «el reino de los cielos» prometido.
El color verde simboliza el reino de la sabiduría. Aquí culmina la inteligencia. El Tercer Testamento nos da escasa información sobre los más altos mundos espirituales. Estos temas todavía forman, en muy alto grado, parte del futuro. Algo se indica, sin embargo. Individuos receptivos, inventores, ingenieros, músicos y escritores pueden recibir inspiración desde el reino de la sabiduría en beneficio de sus diversas actividades creadoras.
Todo lo que vemos en la naturaleza, todos los geniales procesos creadores y organismos tienen su origen en los mundos espirituales superiores. Aquí hay modelos y guías mentales para organismos físicos de todos los seres vivos y para perfecciones técnicas. En los reinos espirituales todo se crea únicamente de materia de pensamiento. Estas imágenes de pensamientos o ideas se transfieren a individuos receptivos de la zona física.
Tras todo lo creado hay, por consiguiente, causas espirituales. Desde estos mundos perfectos se vigila y dirige todo lo del mundo físico, de acuerdo con las más altas leyes del amor. Por medio de la oración, podemos tener contacto directo con los espíritus invisibles, todos ellos en actitud de servicio.
El color azul, para la intuición, simboliza el mundo divino, la más alta esfera de conciencia de la vida, de donde surgen todas las ideas para la creación y manifestación, antes de que sean elaboradas en el reino de la sabiduría.
El color añil simboliza el reino mineral o de la bienaventuranza. Aquí culmina la facultad de recordar. Este reino constituye el último reino del ciclo de espiral. Aquí, el hijo eterno de Dios camina exclusivamente en su mundo interior, totalmente privado de recuerdos. Ahora, todos los recuerdos se han transformado o cubierto de oro, de manera que se experimentan como copias de oro, independientemente de lo dolorosos que hayan sido en el momento de ser experimentados. Es por esto que esta forma de experimentar se denomina «reino de la bienaventuranza». Aquí recordamos muchas vidas anteriores de un pasado físico desaparecido. Recordamos nuestras vidas como plantas y animales, de hecho, aquí se nos muestra la historia evolutiva de todo un ciclo de espiral. Pero como recientemente hemos abandonado las más altas zonas del amor y nos hemos saciado de esta forma de experimentación, anhelamos regresar a la vida en el mundo físico.
El primer encuentro con este mundo tiene, por consiguiente, lugar en nuestro interior. Luego continúa la evolución en el mundo físico. Que para nosotros, no iniciados, el reino mineral se nos muestre totalmente muerto se debe a que no podemos percibir espiritualmente. Como los individuos de bienaventuranza viven en una soledad feliz y extremadamente rica, no necesitan un instrumento de comunicación de materia física. Como se ha dicho, viven completamente solos. Lo que en el mundo vemos como materia mineral es una especie de materia sobrante del reino de la bienaventuranza. Sin embargo, a través de las flores de hielo en las ventanas, aquí también percibimos vagamente una fuerza organizadora. Esta vida eternamente cambiante entre la oscuridad y la luz, entre la involución en la materia y la evolución fuera de la materia y en los mundos espirituales se simboliza por medio del círculo negro-blanco alrededor del símbolo. El sufrimiento como experiencia real está, sin embargo, limitada únicamente al reino animal. En los otros cinco reinos, todo es bienestar y luz. El objetivo de la luz y la oscuridad, siempre cambiantes, del ciclo eterno es renovar la conciencia cósmica de los hijos de Dios. Así la conciencia perfecta de Dios se mantiene eternamente en la cumbre. Debido a ello, irradia su vivificante sol de amor universal, su omnipotencia y omnisciencia con eterna juventud y belleza, a través de las miríadas de formas de vida del universo.
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