Los arcos de destino del ser vivo
– Símbolo 18
El ahora eterno
Cuando Pedro el viernes santo quiso intervenir con la espada para defender a Jesús, éste rechazó la ayuda con las siguientes palabras: «Vuelve tu espada a la vaina, porque todos los que se sirvieren de la espada a espada morirán» Mt 26,52.
Pero, ¿no mueren, acaso, con espada todos los que empuñan la espada, cuando la vida se ve desde la perspectiva de una vida?
El mismo conocimiento mostró Jesús cuando, en la cruz, pidió por sus verdugos con las palabras: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Perdonó a sus verdugos. ¿Qué era lo que los verdugos no sabían? No sabían que lo que hacemos contra nuestro prójimo lo hacemos, en realidad, contra nosotros mismos. No comprendían el destino, que cosechamos como sembramos. Mientras sólo contemos con una vida terrena, esta ley no concuerda.
En el símbolo vemos una serie de rectángulos de color naranja que se van volviendo más claros en dirección hacia la derecha.
Los rectángulos simbolizan una larga sucesión de vidas físicas.
En el medio vemos un triángulo y una cruz en forma de estrella, la actual vida física de un hijo de Dios eterno indicada con las dos gruesas líneas blancas verticales.
Los rayos de color naranja muestran su relación con sus vidas terrenas pasadas y futuras y los rayos blancos su relación con los periodos espirituales entre ellas. Las zonas blancas indican la estancia en los mundos de amor espirituales entre las vidas físicas. Esta existencia entre dos encarnaciones está libre de karma de sufrimiento. No es aquí donde se encuentra el infierno. Se encuentra en la Tierra y se crea cuando estamos en el mundo físico.
Entre las muchas vidas terrenas tenemos vacaciones. Aquí todos los pensamientos malos han sido sugestionados y alejados. El ser se ha vestido con «el traje de boda» y toda enemistad ha desaparecido. Es en el mundo físico donde se desarrolla la conciencia, no en el espiritual. El mundo espiritual es la morada del amor y la luz.
La zona amarilla representa el pasado y la verde el futuro.
Los arcos de color violeta, de la parte superior, muestran que la vida terrena actual está entrelazada con las vidas anteriores y futuras. La vida terrena actual está marcada por nuestros actos, no sólo por los actos de esta vida, sino también por los pasados, de la misma manera que nuestra vida futura ya se determina en esta vida por lo que hacemos hoy.
El destino es una pedagogía que nos enseña a distinguir entre bien y mal. Nuestros actos regresan siempre, tarde o temprano, a nosotros. La vida cotidiana implica que comamos del Árbol de la Ciencia. Algunas experiencias son agradables, otras desagradables. Cuando cumplimos la ley del amor y actuamos siempre lógicamente y con amor, al igual que Dios, nuestro destino es feliz. Entonces podemos empezar a disfrutar los frutos de otro árbol del jardín del Edén, el Árbol de la Vida.
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